Cirugías urológicas con mínimas cicatrices

Este procedimiento evita las grandes incisiones, y la recuperación es más rápida y con poco dolor.

Desde que en 1990 se comenzó a extraer un riñón por videolaparoscopia, hoy gran parte de las cirugías urológicas se realizan a través de este método mínimamente invasivo.

En la actualidad, incluso la técnica se ha perfeccionado a tal punto que, en distintos centros del mundo, sacan la vejiga o la próstata con un tumor maligno a través de una pequeña incisión en el ombligo.

Córdoba también se va sumando a esta opción quirúrgica que, según los especialistas, tiene los mismos resultados que las cirugías convencionales (también llamadas a cielo abierto), pero con mucha mejor recuperación.

“Cada día se utiliza más esta vía de abordaje quirúrgico, con el objetivo de evitar una herida importante como las grandes incisiones que requieren muchas cirugías, en las que el tiempo de recuperación y la necesidad de tomar analgésicos son más prolongados”, afirma Manuel López Seoane, presidente de la Sociedad de Urología de Córdoba, docente universitario, y jefe de Urología del Sanatorio Allende.

“Se realizan incisiones de cinco milímetros por donde ingresa el instrumental específico, lo que tiene beneficios en la rápida recuperación, menor dolor posoperatorio, cicatrices mínimas y una pronta reinserción a las actividades laborales y sociales”, explica José Seeber, del Servicio de Urología del Instituto Oulton.

Como en la cirugía se usa una endocámara (o sea una cámara de muy pequeñas dimensiones que se introduce en el abdomen) que llega hasta la zona a tratar, “se ve mucho mejor que en la operación a cielo abierto y así, por ejemplo, es posible preservar mejor el paquete vásculo nervioso en cirugía de cáncer de próstata”, apunta Mario Maglione, director médico de Urolit y jefe de Urología del Sanatorio Mayo.

Según la complejidad de la operación, la cirugía puede ser ambulatoria, por lo cual el paciente se vuelve a la casa en el día, o bien puede llegar a estar internado 48 horas si se le hizo, por ejemplo, una nefrectomía radical (extracción de un riñón).

“Sin embargo, el gran inconveniente para quienes hacemos cirugía clásica –agrega López Seoane– es el no poder disponer de las manos en forma directa en el campo operatorio”.

Una limitación importante para acceder a la videolaparoscopia urológica es, a su vez, que no la cubren las obras sociales ni las prepagas, excepto en casos puntuales.

Para qué se usa. Los buenos resultados, no obstante, según advierten los especialistas, dependen de que se cuente con la tecnología necesaria y con profesionales entrenados para resolver los casos según su complejidad.

En este sentido, hay experiencias en Buenos Aires y Barcelona (España) de ablaciones de riñón por videolaparoscopia de un donante vivo para realizar trasplantes renales.

En Córdoba, en tanto, se practica con mucha frecuencia cuando se requiere extirpar un riñón afectado por un tumor, malformación o atrofia renal, así como también para extraer quistes de gran tamaño.

En oncología se aplica para extraer ganglios linfáticos y tumores de próstata y vejiga, para luego analizarlos. Además, se realizan prostatectomías radicales, cuando a raíz de un tumor es necesario retirar la próstata completa.

Otra indicación es la pieloplastia, cirugía en la cual se corrige la pelvis renal y su conexión con el uréter.

Y también se emplea para la extracción de cálculos renales cuando tienen un tamaño o ubicación que impide sacarlos con endourología o romperlos con litotricia.

“En niños se emplea videolaparoscopia para extraer tumores y tratar malformaciones renales y ureterales, así como para tratar testículos no descendidos (criptorquidias altas)”, acota López Seoane.

Por último, Seeber indica que “también se hace en varicocele (dilatación de las venas de los testículos), con un posoperatorio mucho más rápido y menos doloroso”.

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